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Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

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NOTICIA. La 75º Asamblea General de la ONU fue protagonista del debate entre unilateralismo y multilateralismo en unas intervenciones que por primera vez fueron realizadas por video-conferencia debido a la pandemia global de Covid-19. 

La ideología occidental de la dominación global

El 22/09/2020, con el lema: "El futuro que queremos, las Naciones Unidas que necesitamos: Reafirmando nuestro compromiso colectivo con el multilateralismo; hacer frente a la COVID-19 a través de la efectiva acción multilateral", se inauguro la 75ª sesión de la Asamblea General de la ONU. De manera inédita las intervenciones de los jefes de Estado en el plenario de la Asamblea han sido realizadas por video conferencia debido a la creciente pandemia de la Covid-19.

Las intervenciones han reflejado la división ideológica global, por una parte EEUU y sus aliados achacando los problemas que tiene la humanidad a China, Rusia, Irán, Siria, Cuba, Venezuela y todas aquellas naciones que no se someten a la tutela estadounidense y sobre las que Occidente, apoyado en su privilegiado estatus financiero global, tiene impuesta sanciones económicas, y por otra parte, el debate ha estado marcado por la demanda de unas relaciones internacionales multilaterales en las que prime: el diálogo sobre la confrontación; la ganancia mutua sobre la ganancia unilateral; el respeto a la soberanía de cada país, y la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados. En definitiva, la reivindicación del Espíritu fundacional de la ONU que estuvo basada en esos presupuestos, y de los que el mundo en la actualidad precisa más que nunca.

Este debate que ha ocupado los discursos de la Asamblea General de la ONU, los países occidentales lo tienen secuestrado. Los grandes medios de comunicación de estos países apegados al unilateralismo de la auto-arrogada supremacía política Occidental que les otorga el "derecho" a injerir en los asuntos de otras naciones, lo han ignorado.

En las sociedades occidentales, particularmente en la estadounidense, está muy arraigada la cultura del "derecho" unilateral a dictar las políticas a otras naciones, y es el sustrato principal sobre el que se asienta la ideología global de la dominación, de tal manera que, en el área internacional, la valoración de sus dirigentes políticos está en función de la eficacia con la que  someten a los gobiernos de otras naciones. Así, por ejemplo, en EEUU el candidato a la presidencia Joe Biden pretende ganarse los votos del electorado criticando al actual presidente Donald Trump por su ineficacia en someter a Venezuela. No existe debate entre si es legítima o no la injerencia en los asuntos políticos de otras naciones, pues ello se da por supuesto, sino que lo que se debate es quien domina mejor a las naciones rebeldes, lo que pone de manifiesto el paradigma ideológico imperial de la mayoría del electorado estadounidense.

Otra característica de la ideología de la dominación global en las sociedades occidentales, alimentada por los medios de comunicación, es que en el área internacional existe una rivalidad entre potencias por el control del dominio mundial, principalmente entre China y EEUU, de tal manera que la prosperidad de China es vista como una amenaza de la que Occidente tiene que defenderse, reviviendo en la mentalidad occidental la lucha secular entre los imperios europeos por el dominio mundial.

Sin embargo, esta visión es la mayor mentira con la que Occidente tergiversa interesadamente ante su ciudadanía la realidad internacional. Ninguna de las dos potencias declaradas rivales por Occidente con presencia en el CSNU: Rusia y China, pretenden reemplazar a Occidente en el poder Global. Su discurso en el área de las relaciones internacionales es muy claro, no quieren la confrontación sino la colaboración, pero los poderes mediáticos, económicos y militares occidentales hacen oídos sordos a estas propuestas y siguen tergiversando la realidad internacional.

La mentira de que Occidente se defiende de las intenciones agresivas de Rusia y China, es la que justifica ante su ciudadanía la existencia de la OTAN y el desmesurado gasto militar de EEUU que triplica el de Rusia y China juntas. La perpetuación de esta mentira se realiza ocultando mediáticamente el debate sobre la necesidad de caminar hacia el multilateralismo en las relaciones internacionales que permitan acometer con mayor eficacia los desafíos globales de toda la humanidad.

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En el fondo de la cuestión de esta confrontación ideológica está la continuidad de los intereses de clase de la oligarquía financiera internacional que tiene establecido en Occidente su cuartel general, y donde ha desarrollado los instrumentos para la perpetuación de su dominio global, en el terreno ideológico con las corporaciones mediáticas, en el plano militar con la OTAN, y en el económico con la protección de sus intereses en el marco de las constituciones liberales.

Las rivalidades entre las élites financieras occidentales durante la época colonial por el dominio mundial, y que fueron causa de enfrentamientos en la primera mitad del siglo XX,  fueron relegadas al término de la Segunda Guerra Mundial por el peso geopolítico que adquirió  la URSS tras su victoria sobre el nazismo. La Guerra Fría unió a las élites financieras occidentales, y la crisis económica mundial de 1973 llevaría a esta clase social a desmontar el modelo económico keynesiano vigente desde la posguerra que otorgaba al Estado un papel destacado en las economías nacionales, propiciando la privatización de las empresas estatales y la relegación constitucional del Estado de los asuntos financieros, pasando el control de los bancos centrales a manos privadas. La reinstauración del modelo neoliberal otorgaría un gran poder global a la clase financiera occidental que se acentuaría con la ausencia de una regulación financiera internacional que dejaba a los Estados fuera del control financiero.

Esta clase social mantiene una estrecha alianza con las oligarquías de los países en desarrollo, las cuales han anclado sus economías a la venta de materias primas a los países desarrollados de las que son sus propietarias y principales beneficiarias, constituyendo esta alianza la base de la arquitectura del neoliberalismo y del modelo neocolonial de dominación occidental que impide el desarrollo productivo de los países en desarrollo y perpetúa la pobreza de la mayoría de la población, de tal manera, que las naciones que han desplazado a estas oligarquías del poder automáticamente se convierten en enemigos de Occidente.

La formación de las oligarquías periféricas han variado en función de su historia.

En el este de Europa, tras la desaparición de la URSS pasaron a detentar el poder en las diferentes naciones las oligarquías formadas en la sombra en los últimos años de la URSS. En Rusia, con la llegada a la presidencia a principios del presente siglo de Vladímir Putin  se produjo una progresiva revolución en el poder del Estado. Las oligarquías apátridas unidas a Occidente y aupadas por Boris Yeltsin en los años noventa fueron desplazadas del poder y sus bienes confiscados en favor del Estado, prevaleciendo en los sucesivos gobiernos de Rusia los intereses de las clases populares. Esta transformación que se produjo en Rusia no sucedió en el resto de países europeos de la antigua Unión Soviética lo que ha dado lugar a una profunda fractura entre Rusia y las oligarquías en el gobierno de estas naciones  apoyadas por Occidente.

En Oriente Medio, las oligarquías que han unido sus intereses a los dictados de Occidente están representadas por la despóticas monarquías de la región y el régimen de apartheid de Israel. Las naciones que han pretendido implementar cambios en favor de las clases populares han sido objeto de agresiones militares y sanciones por parte de Occidente. Irán es la nación que más ha avanzado democráticamente en la región, ejerciéndose el poder popular a través del sufragio universal. La revolución que protagonizó en los años setenta del siglo XX ha sido permanentemente combatida por Occidente, y sigue siendo la pesadilla de las monarquías absolutistas y el régimen de Israel.

En el Oriente asiático, la revolución popular de China puso fin al poder oligárquico en esa nación, y en siete décadas ha tenido notables avances. Ha conseguido sacar de la pobreza extrema a más de 700 millones de Chinos y situarse entre las naciones tecnológicamente más avanzadas del mundo. La prosperidad de China que la comparte comercialmente con el resto de naciones de la región en el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, es vista por EEUU como un desafío a su hegemonía.

En Sudamérica, las oligarquías locales  han estado secularmente unidas a EEUU por ser el principal destinatario de la explotación de las materias primas de la región cuya propiedad detentan. Venezuela en los inicios del siglo XXI protagonizó con Hugo Chávez al frente una revolución popular democrática promulgando una constitución que dio el poder de los ingentes recursos de Venezuela al Estado lo que le ha convertido en el enemigo numero uno de las oligarquías dominantes en los países de la región y de Occidente.

La oligarquía financiera occidental, que es la que lidera la ideología de la dominación global, tras las crisis financiera del 2008 se dividió formándose dos corrientes políticas, una liberal globalizadora, y otra de marcado perfil nacionalista en EEUU y Gran Bretaña. En la primera, su más genuino exponente son las fundaciones patrocinadas por el magnate financiero especulador George Soros, y dentro de ella se sitúan, los principales medios de comunicación occidentales, la derecha liberal y la socialdemocracia en Europa, y el partido demócrata en EEUU.

La segunda corriente se sitúa principalmente en EEUU representada por el partido republicano actualmente en el gobierno con Donald Trump en la presidencia. Esta corriente no es partidaria de la visión económica globalizadora de la corriente liberal, que otorga el poder a una clase financiera en la sombra sin una patria definida, sino que pretende que el poder económico y financiero se localice en EEUU.

Desde los inicios de la revolución industrial las naciones occidentales han dominado la economía mundial, sin embargo, tras la crisis financiera del 2008, la economía mundial comenzó a tener una transformación importante con la irrupción de China como un actor importante e independiente del modelo económico neoliberal occidental. Hasta esa crisis, el desarrollo de China se realizaba dentro del marco global occidental, pero la caída de la demanda efectiva en las economías desarrolladas de la que dependían sus exportaciones le situó en la tesitura de tener que implementar un cambio en su modelo económico.

El XVIII congreso del PCCh en 2012 marcó el cambio en el rumbo de la economía de China, pasando a priorizar como elementos claves de su economía, la mejora de la productividad, la innovación tecnológica propia y el desarrollo del consumo interno. En el año 2021, año destacado por los dirigentes chinos por ser el centenario de la fundación del PCCh, China dejará de ser un país en desarrollo al haber erradicado completamente la pobreza extrema y superar los 10.000$ de renta per capita.

El ascenso económico de China está cobrando relevancia en el presente año por su buena gestión de la pandemia de la Covid-19 que le va a permitir ser la única economía de relevancia mundial que finalice el 2020 con crecimiento económico. El protagonismo global de la economía China ha permitido a otros actores económicos, entre los que se encuentra la UE, mirar hacia China como fuente de prosperidad, y geopolíticamente se ha convertido para todas las naciones que aspiran a unas relaciones internacionales basadas en la confianza, el respeto muto y la prosperidad compartida, en una nación de referencia con la que establecer lazos de amistad.

El hecho de que la demanda efectiva global, concentrada durante décadas en un 80% en el 20% de las población mundial de los países desarrollados, esté experimentando un giro hacia el espacio euroasiático supone a su vez una reorientación de la demanda de materias primas gestionada por las oligarquías de los países en desarrollo, que comienzan a ver en China, no un enemigo como presenta Occidente a China, sino como un socio comercial de interés, con la ventaja de que es una nación que no plantea exigencias políticas para el comercio, a diferencia de EEUU que les obliga a mantener fidelidad a sus dictados políticos.

En este contexto es como hay que ver la demanda de numerosos países en el debate de la 75º Asamblea de la ONU de avanzar hacia el multilateralismo. La ideología de la dominación global comenzará su declive cuando la economía global deje de estar dominada por la secular hegemonía occidental, y los dos factores conducentes a esa nueva realidad son: el avance económico de las potencias económicas emergentes, particularmente de China, y los cambios revolucionarios democráticos que puedan producir las clases populares en los países en desarrollo.

La ideología de la dominación Occidental sigue oscureciendo el discurso en favor de crear unas relaciones internacionales y una cultura entre las naciones de futuro compartido para toda la humanidad. Sin embargo, existen dos fuerzas transformadoras globales inexorables que la cuestionan: 1ª. el deseo de los pueblos de las naciones en desarrollo de alcanzar la prosperidad, y 2ª. la percepción global nacida de los valores de la Ilustración de que el mundo no es inamovible sino perfectible y por lo tanto susceptible de ser cambiado, y esas fuerzas, a pesar de los esfuerzos de Occidente por frenarlas, son las que marcan la tendencia actual de cambio de los tiempos, y cuyos principales valedores en el plano internacional son China y Rusia.

A la postre, los cambios económicos y políticos son los que determinarán el reemplazo de la ideología de la dominación por la ideología de la fraternidad universal, inaugurando un civilización en la que las armas nucleares dejen de tener sentido, sea posible aunar eficazmente los esfuerzos de las naciones para luchar contra el cambio climático, y la prosperidad de todo el género humano se sitúe en el centro de todas las cosas.

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Tenemos que ayudarnos unos a otros. Los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos. La Tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. (Charles Chaplin / 1940)

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En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por san Francisco de Asís, y también por otros hermanos que no son católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y muchos más. (Papa Francisco / 03/10/2020/ FRATELLI TUTTI / Sobre la amistad y la fraternidad universal, párrafo 286).
 

 

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